LOS QUE NO PERDONAN (1960)

En Texas, la vida de una familia de rancheros, los Zachary, se verá agitada por la llegada de un grupo de kiowas que exigirán llevarse con ellos a la hija del clan, Rachel (Audrey Hepburn) que según ellos es de ascendencia india. Los hermanos, liderados por Ben (Burt Lancaster), y la madre viuda Mathilda (una veterana Lilliam Gish), negarán tales raíces de su hermana, lo que propiciará el enfrentamiento con los nativos pieles rojas.

Esta premisa permitirá a John Huston realizar uno de los escasos westerns de su amplia filmografía, donde la sombra argumental de la célebre Centauros del Desierto de John Ford sobrevolará todo el relato y no por mera casualidad, ambas historias pertenecen a sendas novelas de Alan LeMay escritas en apenas cuatro o cinco años de diferencia. En esta, dándole la vuelta al argumento de la más célebre The Searchers, son los indios los que reclamarán a la chica como suya y sirve a Huston para plantear el tema del racismo entre blancos y los nativos del gran país americano, así como hacia los mestizos, que eran los que realmente nadaban entre dos aguas en aquella difícil época y podían atraer hacia ellos desprecios de la que era su comunidad adoptiva propiciando una complicada lucha interna de crisis de identidad y pertenencia.

Huston empieza la película de manera ligera, a veces incluso a la manera de una comedia costumbrista, con varias familias de rancheros viviendo en paz en sus casas, celebrando comidas comunitarias, con algunas pinceladas de humor, para progresivamente endurecer el relato, con pequeñas dosis de suspense aquí y allá, incluso con la inclusión de un personaje algo fantasmagórico, el viejo errante chiflado, que será el portador de la verdad sepultada por los años y que trastocará toda esa frágil paz hasta la explosión del conflicto racial. Huston tampoco escatima esfuerzos para señalar a la familia protagonista de mezquina y cobarde al no querer reconocer la realidad y que hará cualquier cosa para esconderla. Pese a ello,como es obvio, todo desembocará en una explosión de violencia final. Es precisamente el tramo final el que menos me convence aunque no argumentalmente, ya que el asedio a la casa está rodado de manera un tanto simple, así como creo que no se le saca todo el jugo al conflicto racial y todos los problemas que acarrea a la familia, optando por limar alguna aspereza entre los hermanos que se podría haber acentuado más.

También está muy desdibujado el mestizo de la otra familia, interpretado por John Saxon y que seguramente estaba pensado para ser más importante. Esto puede ser debido al conflicto que se ocasionó entre el propio director y la productora, la compañía Hecht-Hill-Lancaster, propiedad en parte del actor. Huston quería una película más comprometida con el racismo y los productores algo más ligero y comercial. El resultado no dejó satisfecho del todo a nadie y el bueno de John la catalogó por ello como su peor película. Una auténtica exageración. No tiene la poesía y la riqueza de la peli de John Ford, eso es obvio, pero es un buen film, con una personalidad muy especial (atención a la escena del piano y Lilliam Gish) que está demasiado olvidado para la categoría que tiene y que creo que irá ganando con los años.

Artículo escrito por Cris, al oeste del Pecos