ENTRE DOS JURAMENTOS (1950)

 

En plena Guerra de Secesión Americana, los prisioneros de un regimiento de sudistas comandados por el Tte. Coronel Tucker (Joseph Cotten) tienen la posibilidad de salir libres de la deplorable prisión en la que se encuentran gracias al ofrecimiento que les brinda el oficial del norte, Capitán Bradford (Cornel Wilde). La decisión no será ni fácil ni grata, pues esta consiste en servir a la Unión cambiando sus casacas grises por las azules oscuras de sus hasta entonces rivales y dirigirse a la frontera india en medio de la nada para proteger Fort Thorn de los ataques apaches. Allí tendrán que ponerse bajo las órdenes del Comandante Kenniston (Jeff Chandler) un hombre amargado por culpa del devenir de la guerra además de tullido y fuertemente enamorado de la mujer de su admirado hermano fallecido en combate, Elena (Linda Darnell). Los prejuicios y rivalidades entre enemigos acérrimos no tardarán en salir a la superficie.

No fue un especialista del género el casi siempre sólido Robert Wise, aunque en su haber cuenta con un título de culto que los más aficionados al género conocerán, Sangre en la Luna, con Robert Mitchum de protagonista. Aquí Wise, cineasta no siempre bien valorado por la crítica pero con una filmografía interesantísima a sus espaldas, vuelve a emplear un magnífico blanco y negro perfectamente fotografiado por Leon Shamroy, donde se palpa el polvo, la lluvia, la humedad en los rostros, las sombras y claroscuros que tanto le gustan y que tan bien solía emplear para expresar estados de ánimo y describir un pequeño asentamiento, el citado fuerte, que sirve de escenario en miniatura como contracción del enorme campo de batalla que eran los EEUU en esos momentos, confederados contra unionistas y los indios luchando por sus escasas hectáreas de tierra que aún aspiran a conservar. De caracteres bien definidos, la película es una buena muestra del western que empezaba a perfilar más a los personajes en base a su psicología y que alcanza en los años 50’s su máximo esplendor.

Al respecto, el que me parece más interesante y con más riqueza es el del atormentado comandante muy bien interpretado por Chandler: autoritario, despótico, racista y antipático, no por casualidad se nos presenta con una evidente herida de guerra en forma de cojera que no hará sino resaltar su analogía con su también herida psique, que contrasta con la calidez y honradez de su subordinado capitán con los rasgos de Wilde y el educado y flemático Tte. Coronel sudista interpretado con la sobriedad habitual de Joseph Cotten. En medio de los tres la bella Helena servirá como eje en el que girarán los tres personajes masculinos en los que al menos dos estarán fuertemente enamorados y que dotará de cierta tensión sexual al relato, que se une a la violencia perfectamente representada en ese ataque al fuerte por parte de los apaches en las últimas secuencias y rodada con brío por Wise con escenas realmente fuertes para la época, sin escatimar altas dosis de violencia, un clímax de alto voltaje que culminará con una emocionante escena a modo de redención personal por parte de algún personaje que logrará aplacar la ira de los indios.

Buen western, que empieza recordando en esa cárcel a la posterior Mayor Dundee de Sam Peckinpah y que tendrá más de un punto en común en su desarrollo con la gran Fort Apache del maestro Ford, bien interpretado, destacando algunos buenos secundarios habituales del Oeste como Jay C. Flippen, Arthur Hunnicutt o Noah Beery JR. y que brinda una buena muestra de personajes que refuerzan un relato áspero, de trastiendas mentales turbias, traiciones y odios en un marco idóneo para ello, una guerra fratricida que como todas ellas no se alcanza uno a explicar cómo diablos pudieron empezar sin que nadie echara agua al fuego. 

Artículo escrito por Cris, al oeste del Pecos