10 de julio de 2019

BLUE ASH: EL ESLABÓN PERDIDO DEL POWER-POP

En 1979, el columnista del Chicago Tribune, Bob Greene, en un artículo dedicado a destacar lo mejor de los setenta, nombró a Blue Ash como la mejor banda americana de dicha década. En el 2007, el periódico londinense The Guardian, configuró una lista de “1000 discos que hay que oír antes de morir” incluyendo el debut de la banda, “No more no less”, en la misma, hecho sorprendente teniendo en cuenta que ese álbum llevaba treinta años descatalogado.
¿Eran desproporcionados tales elogios? Quizás sí, pero suponen la inequívoca señal de que nos encontramos ante un disco muy especial. Por fin, en el 2008, y después de numerosos ruegos por parte de melómanos de medio mundo, Collectors’ Choice Music reeditó el deseado álbum y reparó tamaña injusticia. Y es que este grupo de Youngstown (Ohio), según los entendidos, fue una de las primeras bandas de power-pop, junto a los legendarios Badfinger, Big Star y Raspberries, un movimiento a la postre sin demasiada fortuna comercial que intentaba reproducir las virtudes de la música de mediados de los sesenta como reacción a la pomposidad del rock sinfónico, los excesos de los dinosaurios de los setenta y la irritante proliferación de cantautores almibarados.
La historia de la banda comienza cuando Frank Secich (bajista), un adolescente de 15 años obsesionado con los Beatles y Bob Dylan, conoce a Jim Kendzor (vocalista) y le invita a cantar durante los ensayos de su grupo. Impresionado por su voz no tardan en formar la banda “The City Jail” influidos por la invasión británica (Beatles, Stones, Who, Kinks, etc). En 1969, después de varios intentos bajo otras denominaciones (The Great Hibiscus, The Mother Goose Band…) Frank le propone a su compañero formar un nuevo grupo en el que tocar sus propias composiciones, que será el embrión de Blue Ash. Reclutarán al batería David Evans y un año después se les unirá el guitarrista Bill “Cupid” Bartolin (a la postre, pareja compositiva de Secich) y con esta formación empezarán a foguearse en los clubs locales.
En 1972, graban unas maquetas en los estudios Peppermint (Ohio) que llegarán a oídos de Paul Nelson, un ejecutivo de Mercury Records que ya había fichado para su sello a otros ilustres perdedores, los New York Dolls. El flechazo es instantáneo. Graban inmediatamente un par de temas de muestra (“Plain to see” y “Day and night”) y consiguen contrato con la prestigiosa compañía. Aunque en principio se baraja el nombre de Mike Brown (cerebro de los extintos The Left Banke) para la producción del ansiado debut, la labor recaerá sobre John Grazier (del mencionado Peppermint). Publicado el álbum, girarán por todo el país teloneando a estrellas como Aerosmith, Bob Seger, Nazareth, Stooges, Ted Nugent, etc, recibiendo la atención de medios como Creem, Rolling Stone, Billboard, NY Times o Phonograph Records Magazine, cuyo editor, Greg Shaw, se convertirá en su mentor al pincharlos con frecuencia en su programa de radio.

No more no less” es un trabajo irresistible y uno de los secretos mejor guardados del power-pop americano, mostrando un elaborado juego de voces que rememora la década de los sesenta pero con el sonido contundente de los setenta, dentro de un abanico de influencias más que evidentes (Beatles, Who, Byrds, Kinks…) y donde el dúo compositivo Secich/Bartolin funciona a pleno rendimiento. Se inicia con la estridente y rockera “Abracadabra (Have you seen her?)”, probablemente el tema más representativo de Blue Ash, el cual da paso a la enérgica y hard-rockera “Dusty old fairgrounds”, un tema inédito de Dylan sugerido por el propio Paul Nelson (compañero de colegio de Bob en Minnesota), pasado por el filtro de los Who. A ”Plain to see”, un tema absolutamente pegadizo, con unas excelentes juegos vocales, le sigue el country y tranquilo “Just another game”. “I remember a time” recuerda a los Byrds más excelsos, mientras que “Smash my guitar”, tras un comienzo de pop barroco a lo The Left Banke se desmelena como lo harían los creadores de “My generation” (incluyendo como curiosidad el sonido de una guitarra aplastada contra un muro). En el ecuador del disco nos encontramos con una versión de los Beatles, “Anything at all”, más desatada que la original. A continuación, “Here we go again”, una composición de sonido bubblegum, mientras que “What can I do for you?, con ciertas influencias de la Costa oeste, es el único tema compuesto por el vocalista Jim Kendzior y sin ser una mala canción, es el momento menos inspirado del disco. La agresiva “All I want” estaría a caballo entre el rock duro y el glam, mientras que “Wasting my time” es otro pildorazo pop adictivo. Cierra el álbum, “Let there be rock”, un tema simple y directo, que gasta un aire al “Jailhouse rock”, y conserva la energía guitarrera de unos Slade o Mott the Hoople, siendo su particular homenaje a la década de los cincuenta. 
Pero, desgraciadamente, después de que su tercer single, “Anything at all”, no obtuviese el éxito esperado, la compañía decide deshacerse de ellos (y de paso también de los Dolls). Además tendrá otro damnificado, su valedor Paul Nelson, que será despedido de Mercury Records.
En 1974, empiezan a grabar maquetas con la esperanza de que otras discográficas se fijen en ellos, y aunque están a punto de fichar por Columbia o RCA, no será hasta 1976, que Steve Friedman (viejo conocido de los Peppermint Studios) se los lleva a los Criteria Studios de Miami, donde les graban unas demos, con las que negocia un single con el sello Playboy en L.A. El tema resultante, “Look at you know”, sale en mayo del 77 y es todo un éxito en el sur de Estados Unidos. Gracias a eso la citada compañía (parte del emporio de Playboy Magazine) publicará en octubre del 77 su segundo disco, “Front page news”, que vende relativamente bien. Pero, de nuevo, la suerte no está de su parte y el sello cierra en 1978 sin dar explicaciones (supongo que el capricho de Hugh Hefner no era tan rentable como esperaba) y el grupo se encuentra otra vez en la calle y sin discográfica. 
Como anécdota comentar que en la época de grabación del segundo disco funcionaban como trío, ya que el batería por aquel entonces, Jeff Rozniata, deja el grupo antes de entrar al estudio, así que se ocupará de los parches John Guerin, último batería que tuvieron los Byrds. Lo más característico de este álbum es la incorporación de secciones de viento y cuerda que no contarán con la aprobación de los propios Blue Ash y que, quizás, les hace perder algo de pegada. Sin llegar al excepcional nivel de su debut, es un elepé más que apreciable.
Destacan en dicho trabajo, para mi gusto, varios temas; el que inicia de manera flamante el disco, “Tonight’s my lucky night”, un cruce imposible entre Slade (la versátil voz de Jim Kendzior se asemeja mucho en varias composiciones a la de Noddy Holder, vocalista de dicho grupo) y Cheap Trick, “Rock and Roll millionaire”, un inspirado y enérgico tema que habla de un modo sarcástico sobre las estrellas de rock, “The boy won’t listen”, una deliciosa canción compuesta por Bartolin que iba a convertirse en su nuevo lanzamiento, con un irresistible estribillo cercano al AOR por el que hubiese matado Meat Loaf o el mencionado single de adelanto con aires pop, “Look at you know”. 
En 1979, tras el chasco de quedarse de nuevo sin compañía discográfica y después de hacer balance de diez años juntos, los componentes del grupo deciden que la historia ha llegado a su final. Aun así llegan a realizar una sesión de grabación de la que saldrán dos temas, “Around again” y “She isn’t there”, los cuales aparecerán en un posterior disco de rarezas. Tras finalizar la historia de Blue Ash, Secich recibe la visita de Stiv Bators, un viejo conocido de los tiempos de The City Jail, para proponerle que se una a unos remozados Dead Boys, con los que girará incansablemente por toda América. De esa forma surgirá una gran complicidad entre ambos músicos que les llevará a componer conjuntamente una serie de temas (“Evil boy”, “A million miles away”, “I wanna forget you (just the way you are)”, “The last year”…) que junto a una versión del clásico de los Electric Prunes, “I had too much to dream (last night)”, conformarán el flamante “Disconnected” (1980), un disco referencial de power-pop, que será pésimamente recibido por la mayoría de fans de los Dead Boys, acostumbrados a la faceta punk de Stiv Bators y que será editado por Bomp! Records, sello propiedad del fiel amigo de Frank Secich, Greg Shaw. Después de la aventura con Stiv Bators, la trayectoria de Frank Secich se vuelve algo errática. Trabaja en una tienda de discos, produce y se implica en la carrera de los Infidels…hasta que se retira del negocio de la música en 1990. A partir de esa fecha empieza a surgir un renovado interés por la banda que se traducirá en una reunificación de Blue Ash, que los llevará a girar intermitentemente, de forma nostálgica, entre los años 2003-09 y a publicar un doble cd con material inédito titulado “Around again” (Not Lame, 2004). La historia del grupo finaliza definitivamente con la muerte por cáncer de Bartolin, aunque Secich seguirá ligado al mundo de la música uniéndose al grupo Deadbeat Poets.
Blue Ash se han convertido en el paradigma de banda de power-pop sin suerte. Sin embargo, podemos decir que, cuarenta años después de su debut, se encuentran en el panteón de los elegidos, aunque desafortunadamente sigan sufriendo el cierto desconocimiento por parte del gran público.

Artículo escrito por LITTLE BASTARD

3 comentarios:

  1. la verdad que no tenía ni idea de esta banda... extraño... saludos...

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  2. Hippies! Cortaos las patillas!!

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  3. Últimamente paso sin comentar, pero hoy me tengo que detener a felicitarte por recordar a este grupo, una auténtica gozada powerpopera que no alcanzó la notoriedad merecida.
    Saludos.

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