En
1979, el columnista del Chicago Tribune, Bob Greene, en un artículo
dedicado a destacar lo mejor de los setenta, nombró a Blue Ash como
la mejor banda americana de dicha década. En el 2007, el periódico
londinense The Guardian, configuró una lista de “1000 discos que
hay que oír antes de morir” incluyendo el debut de la banda, “No
more no less”, en la misma, hecho sorprendente teniendo en cuenta
que ese álbum llevaba treinta años descatalogado.
¿Eran
desproporcionados tales elogios? Quizás sí, pero suponen la
inequívoca señal de que nos encontramos ante un disco muy especial.
Por fin, en el 2008, y después de numerosos ruegos por parte de
melómanos de medio mundo, Collectors’ Choice Music reeditó el
deseado álbum y reparó tamaña injusticia. Y es que este grupo de
Youngstown (Ohio), según los entendidos, fue una de las primeras
bandas de power-pop, junto a los legendarios Badfinger, Big Star y
Raspberries, un movimiento a la postre sin demasiada fortuna
comercial que intentaba reproducir las virtudes de la música de
mediados de los sesenta como reacción a la pomposidad del rock
sinfónico, los excesos de los dinosaurios de los setenta y la
irritante proliferación de cantautores almibarados.
La
historia de la banda comienza cuando Frank Secich (bajista), un
adolescente de 15 años obsesionado con los Beatles y Bob Dylan,
conoce a Jim Kendzor (vocalista) y le invita a cantar durante los
ensayos de su grupo. Impresionado por su voz no tardan en formar la
banda “The City Jail” influidos por la invasión británica
(Beatles, Stones, Who, Kinks, etc). En 1969, después de varios
intentos bajo otras denominaciones (The Great Hibiscus, The Mother
Goose Band…) Frank le propone a su compañero formar un nuevo grupo
en el que tocar sus propias composiciones, que será el embrión de
Blue Ash. Reclutarán al batería David Evans y un año después se
les unirá el guitarrista Bill “Cupid” Bartolin (a la postre,
pareja compositiva de Secich) y con esta formación empezarán a
foguearse en los clubs locales.
En
1972, graban unas maquetas en los estudios Peppermint (Ohio) que
llegarán a oídos de Paul Nelson, un ejecutivo de Mercury Records
que ya había fichado para su sello a otros ilustres perdedores, los
New York Dolls. El flechazo es instantáneo. Graban inmediatamente un
par de temas de muestra (“Plain to see” y “Day and night”) y
consiguen contrato con la prestigiosa compañía. Aunque
en principio se baraja el nombre de Mike Brown (cerebro de los
extintos The Left Banke) para la producción del ansiado debut, la
labor recaerá sobre John Grazier (del mencionado Peppermint).
Publicado el álbum, girarán por todo el país teloneando a
estrellas como Aerosmith, Bob Seger, Nazareth, Stooges, Ted Nugent,
etc, recibiendo la atención de medios como Creem, Rolling Stone,
Billboard, NY Times o Phonograph Records Magazine, cuyo editor, Greg
Shaw, se convertirá en su mentor al pincharlos con frecuencia en su
programa de radio.
“No
more no less” es un trabajo irresistible y uno de los secretos
mejor guardados del power-pop americano, mostrando un elaborado juego
de voces que rememora la década de los sesenta pero con el sonido
contundente de los setenta, dentro de un abanico de influencias más
que evidentes (Beatles, Who, Byrds, Kinks…) y donde el dúo
compositivo Secich/Bartolin funciona a pleno rendimiento. Se
inicia con la estridente y rockera “Abracadabra (Have you seen
her?)”, probablemente el tema más representativo de Blue Ash, el
cual da paso a la enérgica y hard-rockera “Dusty old fairgrounds”,
un tema inédito de Dylan sugerido por el propio Paul Nelson
(compañero de colegio de Bob en Minnesota), pasado por el filtro de
los Who. A ”Plain to see”, un tema absolutamente pegadizo, con
unas excelentes juegos vocales, le sigue el country y tranquilo “Just
another game”. “I remember a time” recuerda a los Byrds más
excelsos, mientras que “Smash my guitar”, tras un comienzo de pop
barroco a lo The Left Banke se desmelena como lo harían los
creadores de “My generation” (incluyendo como curiosidad el
sonido de una guitarra aplastada contra un muro). En el ecuador del
disco nos encontramos con una versión de los Beatles, “Anything at
all”, más desatada que la original. A continuación, “Here
we go again”, una composición de sonido bubblegum, mientras que
“What can I do for you?, con ciertas influencias de la Costa oeste,
es el único tema compuesto por el vocalista Jim Kendzior y sin ser
una mala canción, es el momento menos inspirado del disco. La
agresiva “All I want” estaría a caballo entre el rock duro y el
glam, mientras que “Wasting
my time” es otro pildorazo pop adictivo. Cierra el álbum, “Let
there be rock”, un tema simple y directo, que gasta un aire al
“Jailhouse rock”, y conserva la energía guitarrera de unos Slade
o Mott the Hoople, siendo su particular homenaje a la década de los
cincuenta.
Pero,
desgraciadamente, después de que su tercer single, “Anything at
all”, no obtuviese el éxito esperado, la compañía decide
deshacerse de ellos (y de paso también de los Dolls). Además tendrá
otro damnificado, su valedor Paul Nelson, que será despedido de
Mercury Records.
En
1974, empiezan a grabar maquetas con la esperanza de que otras
discográficas se fijen en ellos, y aunque están a punto de fichar
por Columbia o RCA, no será hasta 1976, que Steve Friedman (viejo
conocido de los Peppermint Studios) se los lleva a los Criteria
Studios de Miami, donde les graban unas demos, con las que negocia un
single con el sello Playboy en L.A. El tema resultante, “Look at
you know”, sale en mayo del 77 y es todo un éxito en el sur de
Estados Unidos. Gracias a eso la citada compañía (parte del emporio
de Playboy Magazine) publicará en octubre del 77 su segundo disco,
“Front page news”, que vende relativamente bien. Pero, de nuevo,
la suerte no está de su parte y el sello cierra en 1978 sin dar
explicaciones (supongo que el capricho de Hugh Hefner no era tan
rentable como esperaba) y el grupo se encuentra otra vez en la calle
y sin discográfica.
Como
anécdota comentar que en la época de grabación del segundo disco
funcionaban como trío, ya que el batería por aquel entonces, Jeff
Rozniata, deja el grupo antes de entrar al estudio, así que se
ocupará de los parches John Guerin, último batería que tuvieron
los Byrds. Lo más característico de este álbum es la incorporación
de secciones de viento y cuerda que no contarán con la aprobación
de los propios Blue Ash y que, quizás, les hace perder algo de
pegada. Sin llegar al excepcional nivel de su debut, es un elepé más
que apreciable.
Destacan
en dicho trabajo, para mi gusto, varios temas; el que inicia de
manera flamante el disco, “Tonight’s my lucky night”, un cruce
imposible entre Slade (la versátil voz de Jim Kendzior se asemeja
mucho en varias composiciones a la de Noddy Holder, vocalista de
dicho grupo) y Cheap Trick, “Rock and Roll millionaire”, un
inspirado y enérgico tema que habla de un modo sarcástico sobre las
estrellas de rock, “The boy won’t listen”, una deliciosa
canción compuesta por Bartolin que iba a convertirse en su nuevo
lanzamiento, con un irresistible estribillo cercano al AOR por el que
hubiese matado Meat Loaf o el mencionado single de adelanto con aires
pop, “Look at you know”.
En
1979, tras el chasco de quedarse de nuevo sin compañía discográfica
y después de hacer balance de diez años juntos, los componentes del
grupo deciden que la historia ha llegado a su final. Aun así llegan
a realizar una sesión de grabación de la que saldrán dos temas,
“Around again” y “She isn’t there”, los cuales aparecerán
en un posterior disco de rarezas. Tras
finalizar la historia de Blue Ash, Secich recibe la visita de Stiv
Bators, un viejo conocido de los tiempos de The City Jail, para
proponerle que se una a unos remozados Dead Boys, con los que girará
incansablemente por toda América. De esa forma surgirá una gran
complicidad entre ambos músicos que les llevará a componer
conjuntamente una serie de temas (“Evil boy”, “A million miles
away”, “I wanna forget you (just the way you are)”, “The last
year”…) que junto a una versión del clásico de los Electric
Prunes, “I had too much to dream (last night)”, conformarán el
flamante “Disconnected” (1980), un disco referencial de
power-pop, que será pésimamente recibido por la mayoría de fans de
los Dead Boys, acostumbrados a la faceta punk de Stiv Bators y que
será editado por Bomp! Records, sello propiedad del fiel amigo de
Frank Secich, Greg Shaw. Después
de la aventura con Stiv Bators, la trayectoria de Frank Secich se
vuelve algo errática. Trabaja en una tienda de discos, produce y se
implica en la carrera de los Infidels…hasta que se retira del
negocio de la música en 1990. A partir de esa fecha empieza a surgir
un renovado interés por la banda que se traducirá en una
reunificación de Blue Ash, que los llevará a girar
intermitentemente, de forma nostálgica, entre los años 2003-09 y a
publicar un doble cd con material inédito titulado “Around again”
(Not Lame, 2004). La historia del grupo finaliza definitivamente con
la muerte por cáncer de Bartolin, aunque Secich seguirá ligado al
mundo de la música uniéndose al grupo Deadbeat Poets.
Blue
Ash se han convertido en el paradigma de banda de power-pop sin
suerte. Sin embargo, podemos decir que, cuarenta años después de su
debut, se encuentran en el panteón de los elegidos, aunque
desafortunadamente sigan sufriendo el cierto desconocimiento por
parte del gran público.
Artículo escrito por LITTLE BASTARD
la verdad que no tenía ni idea de esta banda... extraño... saludos...
ResponderEliminarHippies! Cortaos las patillas!!
ResponderEliminarÚltimamente paso sin comentar, pero hoy me tengo que detener a felicitarte por recordar a este grupo, una auténtica gozada powerpopera que no alcanzó la notoriedad merecida.
ResponderEliminarSaludos.