EL BAILE DE LOS VAMPIROS(1967)
Hay veces que el cine nos depara homenajes de algún género determinado. Por lo general se recurre a la parodia en la mayoría de veces de forma exagerada. Acentuando el humor y plasmándolo con brocha gorda. Y que personalmente se me suele atragantar. Haciendo gala de unas escenas pasadas de vueltas, con un humor igual de zafio. Y en determinadas ocasiones se nos brinda la oportunidad de ver o descubrir ciertas obras que desprenden ese homenaje de la forma correcta. Donde su director nos muestra su amor por un género determinado (en este caso el terror), para deleitarnos con películas rebosantes de sabiduría. Así retrocedemos hasta el año 1967, para sacar a la luz una de esas películas que muchos amamos. Tras la cámara está el genio de un Polaco que suele siempre ser causa de polémicas. Me refiero a Roman Polanski.
Hay veces que el cine nos depara homenajes de algún género determinado. Por lo general se recurre a la parodia en la mayoría de veces de forma exagerada. Acentuando el humor y plasmándolo con brocha gorda. Y que personalmente se me suele atragantar. Haciendo gala de unas escenas pasadas de vueltas, con un humor igual de zafio. Y en determinadas ocasiones se nos brinda la oportunidad de ver o descubrir ciertas obras que desprenden ese homenaje de la forma correcta. Donde su director nos muestra su amor por un género determinado (en este caso el terror), para deleitarnos con películas rebosantes de sabiduría. Así retrocedemos hasta el año 1967, para sacar a la luz una de esas películas que muchos amamos. Tras la cámara está el genio de un Polaco que suele siempre ser causa de polémicas. Me refiero a Roman Polanski.
Antes
de la llegada un año después de una de sus cumbres como director
“La semilla del
diablo” (1968), Roman
Polanski homenajea al cine de terror del subgénero de vampiros
con este film llamado “El baile de los vampiros” (1967). Desde
su presentación con el logo de la productora Metro Goldwyn Mayer, y
ese cambio de león a una cara de demonio con vampiros, ya deja claro
que ese film va a ser especial. De
entrada esta película tiene la imagen sexy y recordada de la
malograda Sharon
Tate. Víctima de la masacre del psicópata de Charles Manson. Como
actores aparte de esta bella mujer tenemos al propio Roman Polanski y
al actor inglés Jack Macgowran. Estos dos actores dan vida por una
parte al profesor Abronsius (Macgowran), y a su fiel ayudante Alfred
(Polanski). Juntos recorren Transilvania en busca de pruebas
que confirmen la teoría del profesor, y que son las de que entre
nosotros existen los vampiros. Aunque nunca utilizan esa palabra,
siempre son llamados “ellos”.
Sin
duda eso le da cierto toque a mi entender, para desmarcarse de tan
trillado nombre redundante hoy día. Así sus huesos van a dar hasta
una posada en medio de un basto campo helado. Donde su posadero
guarda a buen recaudo a su preciosa hija (Sharon Tate). La película
en este tramo inicial se muestra como una sosegada comedia donde se
nos va mostrando diferentes apuntes para ir pensando que los
lugareños esconden algo. Un secreto que intentan ocultar para no
tener posibles represalias. Con divertidas situaciones durante este
tramo de película. Polanski dirige de forma perfecta escenas de una
gran complicidad. Haciéndonos participes
tanto del miedo que va cogiendo poco a poco el aprendiz, como
de seguridad en sus
convicciones el profesor.
Tras
unos sucesos que desencadenan en la posada, entramos en la segunda
parte del film. Así viajamos ante un lejano castillo que asoma desde
los alto de una colina escarpada. Como en cualquier película de
héroes y villanos, aquí el enemigo se viste con capa y colmillos.
Para dar vida a este personaje Polanski contó con el actor alemán
Ferdy Mayne.
Que borda el papel con una actuación sobria. Manteniendo esa postura
durante casi todo el metraje. Que
solo se salta para dar alguna pincelada más cómica en pequeños
momentos.
La
cinta se muestra blanca, aquí no hay sangre para asustar. En los
pocos momentos que la hay, lo hace como recurso simplemente de
adorno. Estamos pues ante una película que se ha mantenido como una
de las grandes (junto a El jovencito Frankenstein, para un servidor),
comedias de homenaje más importantes ya no solo del cine de terror,
sino del cine en general. Una obra que tanto la fotografía, su
puesta elegante en el diseño, y la calidez de sus interpretaciones,
la elevan de la mediocridad del resto. Nunca será destacada como una
de las grandes obras de su director. Pero eso no creo que nos importe
a los que sabemos ver y disfrutar con este gran homenaje que supo
hacer a uno de nuestros subgéneros favoritos del cine de terror, el
vampirismo.
Puntuación general: 10/10
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