Me
imagino que ni el Tato se acordará a estas alturas de It Bites. Y,
sinceramente, recuperar su música en pleno siglo XXI supone un
ejercicio de singular nostalgia o de disfrutar de una especie de
‘guilty pleasure’, según se mire. Pero para los más ‘viejunos’
del lugar (entre los que me incluyo) fueron, junto a Marillion, la
banda prog más importante de los ochenta aunque, por desgracia, no
obtuvieron ni de lejos el éxito y reconocimiento de la banda
escocesa. La
formación inglesa se sustentaba sobre todo en la carismática
presencia, singular voz e imaginativa guitarra de Francis Dunnery (a
quien, a principios de los noventa, el mismísimo Robert Plant le
echaría el guante para su grupo), sin menospreciar al resto de la
formación: John Beck a los teclados, Dick Nolan al bajo y Bob Dalton
a la batería, músicos que no eran mancos precisamente en el aspecto
técnico, aunque siempre alejados de los excesos y virtuosismo
estéril del rock sinfónico de los setenta. Su
seductora combinación de pop y rock progresivo, sin ningún tipo de
anclaje en el pasado y con indudable gancho comercial los hacía, a
priori, atractivos para el gran público. Sin embargo, ese ansiado
éxito nunca llegó a materializarse del todo, si exceptuamos el
primerizo single ‘Calling all the heroes’, el cual sí escaló
alto en las listas de Gran Bretaña.
Tras
dos fabulosos álbumes desbordantes de creatividad, ‘The big lad in
the windmill’ (1986) y ‘Once around the world’ (1988), It Bites
echó el resto con su tercer trabajo, ‘Eat me in St. Louis’
(1989). Para
ello apostaron por un aparente clasicismo en la portada, encargando
para el diseño del artwork al mismísimo Roger Dean (autor de las
legendarias carátulas de Yes) y se pusieron en manos del todavía en
boga por aquel entonces, el alemán Reinhold Mack (productor de
alguno de los trabajos ochenteros de Queen, como ‘The game’ o del
megabodrio ‘Hot space’).
Grabado en los míticos estudios
Musicland de Munich, también optaron por endurecer notablemente su
sonido, dándole preponderancia a las guitarras en detrimento de los
teclados y llevándolo a terrenos más afilados cercanos al hard rock
y menos al progresivo. El
álbum contaba con hits potenciales como ‘Underneath your pillow’,
’Sister Sarah’, ‘Still young to remember’ o ‘The ice melts
into water’, aunando contundencia y comercialidad bien entendida y
esas armonías vocales tan características en ellos. Cualquiera de
esos temas podrían haberse hecho un hueco en la MTV; a fin de
cuentas, los miembros de It Bites eran bastante guaperas y contaban
con una imagen rockera y sofisticada, pero ni ese factor ayudó a
popularizar su música. Fruto
de la poca fe que su compañía discográfica tenía en el grupo es
que ni siquiera se llegó a publicar en Estados Unidos pero,
curiosamente, se reutilizó el título del álbum para un
recopilatorio posterior de su trayectoria. ‘Eat me in St. Louis’
se convirtió en el epílogo de la formación original de It Bites.
Dunnery abandonaría el barco al año siguiente tras desavenencias
internas a la hora de enfocar un hipotético cuarto álbum y, aunque
regresarían discográficamente veinte años después con un nuevo
vocalista, el alma del grupo se había ido y con él, la magia de una
banda que nunca llegó a encontrar realmente su espacio.
Artículo escrito por Little Bastard
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