Aunque
no sea especialmente significativo, se cumple el decimosexto
aniversario de uno de los discos fundamentales de lo que llevamos de
siglo, el mágico “Cuckooland”,
de un artista singular, Robert
Wyatt, un músico
absolutamente independiente que se ha mantenido desde sus inicios al
margen de las modas que se han ido sucediendo en el voluble mundo de
la música.
Nacido
en Bristol (Gran Bretaña) en 1945, fue miembro fundador y batería
de Soft
Machine,
grupo fundamental de la escena de Canterbury,
junto a Kevin Ayers,
Daevid
Allen
y Mike Ratledge,
que mezclaba jazz, rock progresivo y psicodelia. Junto a la banda
grabará cuatro discos: The
Soft Machine (1968), Volume
Two (1969), Third
(1970) y Fourth (1971).
Si bien, estando en el seno del grupo, ya se había estrenado en
solitario con “The end of an ear” (1970),
por las típicas desavenencias creativas deja la banda en 1971 y
forma Matching Mole,
con los que grabará dos álbumes, “Matching
Mole”
y “Matching Mole's Little
Red Record” (ambos de
1972).
Pero
un hecho desgraciado cambiará de modo radical su vida. Durante una
fiesta en 1973, cae accidentalmente de un tercer piso, fracturándose
la espalda y quedando postrado
de por vida en una silla de ruedas. Esta tragedia y el hecho de no
poder volver a tocar la batería, modificará sustancialmente su
forma de concebir la música, y en 1974 grabará la que es
considerada su obra de referencia, “Rock
Bottom”, producida por Nick
Mason (Pink Floyd), sin
discusión posible uno de los mejores álbumes de la historia.
A
partir de ahí, Wyatt se ha labrado un carrera intermitente pero
ejemplar, creando un mundo hermético y personal, donde no existen
las prisas y en el que confluye la unión aparentemente imposible
entre unas melodías absolutamente ensoñadoras, de una belleza
indescriptible y unas letras comprometidas social y políticamente
(es un conocido simpatizante de izquierdas). Entre sus trabajos
posteriores cabe destacar “Ruth
is stranger than Richard”
(1975), “Old
Rottenhat” (1985),
“Dondestan”
(1991) o “Shleep”
(1997).
Robert
llevaba seis años sin publicar material nuevo (a excepción de una
pequeña aportación vocal en el documental “Nómadas del
desierto”) cuando nos sorprendió con un fascinante disco de
generoso minutaje, grabado a caballo entre su hogar en Lincolnshire y
el estudio londinense de Phil
Manzanera.
“Cuckooland”
es un álbum impregnado de una profunda melancolía y está repleto
de melodías fascinantes, hermosas y emotivas, a caballo entre el pop
y el jazz, con la característica y peculiar voz de Wyatt,
entre infantil e ingenua, frágil y quebradiza. Como dato curioso, el
disco se divide en dos partes separadas por un silencio de 30
segundos donde el autor nos invita sarcásticamente a descansar y a
reanudar la reproducción del disco más tarde.
Con
un artwork diseñado, como suele ser habitual, por su mujer, la
poetisa Alfreda Benge
(que también colabora en la composición de algún tema),
representando las distintas anotaciones que Wyatt
efectúa sobre cada tema, el título del disco hace referencia, no a
las aves como pudiese parecer, sino a la desoladora sensación que
provoca el exilio y la ausencia; “Cuckooland”
constituye un radiante, desgarrador y estimulante ejemplo de cómo el
jazz puede incorporarse a otros estilos aparentemente antagónicos,
con resultados deslumbrantes.El
álbum cuenta con invitados del mundillo del jazz como Gilad
Atzmon (saxo y clarinete),
Annie Whitehead
(trombón), Yaron Stavi
(bajo) o Karen Mantler,
cuya labor es fundamental ya que aporta tres composiciones propias,
así como otros músicos más conocidos como David
Gilmour, Brian
Eno, Paul
Weller o Phil
Manzanera.
El
disco se abre con la majestuosa “Just
a bit”, con unos etéreos
teclados, una mágica corneta de Wyatt
a modo de introducción, y un saxo que se desliza progresivamente por
la melodía; en ella, Robert
hace una perspicaz y cínica observación sobre las religiones, su
irracionalidad y las falsedades de la nueva era.
“Old
Europe”, una de las
colaboraciones con su mujer, es un corte con aire nocturno, aroma a
jazz humeante, música de salón y bossanova, donde destaca el sutil
trabajo al clarinete y saxo de Atzmon,
en el que habla sobre calles y clubs en el París de los años
cincuenta, refugio de músicos de jazz americanos, y donde floreció
el romance interracial entre Miles
Davis y la actriz Juliette
Greco, en contraposición con
la represión y el racismo que todavía existía en aquella época en
Estados Unidos. “Torn
Hay’s Fox”, junto a
“Brian the Fox”,
son los únicos temas relativamente anecdóticos de esta magna obra,
con un cierto toque ambient y new age.
“Forest”
es otro delicado y sublime tema a ritmo de vals, con unos tétricos
coros a cargo de Brian Eno
y Alfreda Henge,
y una delicada guitarra bluesy cortesía de David
Gilmour, que nos describe la
persecución que sufrieron los gitanos en una Europa invadida por los
nazis y el campo de exterminio checo donde se les aniquilaba.
“Beware”,
“Mister E”
y “Life is sheep”
son las tres canciones escritas por Karen
Mantler, hija de los músicos
de jazz Carla Bley
y Michael Mantler;
la primera con una letra que trata sobre la paranoia y la
desconfianza, en un tono desasosegante, potenciada por un precioso
solo de trompeta de Wyatt,
mientras que la segunda, también se caracteriza por su atmósfera
perturbadora y angustiosa. En cambio, “Life
is sheep”, con el mismo
estilo tenebroso, nos relata la triste y difícil vida de las ovejas
hacinadas en granjas.
“Cuckoo
Madame” es un sencillo y
sombrío tema donde Robert se ocupa de toda la instrumentación,
utilizando para ello el mismo tipo de teclado barato que usaba en
algunos pasajes de “Rock
Bottom” y habla de modo
encubierto sobre Margaret Thatcher y su oscuro mandato en la
Inglaterra de los años ochenta.
“Raining
in my heart” e “Insensatez”
son dos de las versiones escogidas para el álbum. La primera,
compuesta por la eterna pareja Felice
y Boudleaux Bryant
(éste último autor de la inmortal “Love
hurts”), es interpretada
por Wyatt
en una versión minimalista, con el único acompañamiento del piano,
mientras que el clásico brasileño compuesto por Jobim
y Vinicius
de Moraes es desarrollado en
una delicada y emocional adaptación con aroma jazzy y la alternancia
en las voces con Karen
Mantler.
“Lullaby
for Hamza”, compuesto a
medias con su mujer, es uno de los cortes más escalofriantes del
álbum, con un precioso acordeón que acentúa sobremanera su
dramatismo y que, basado en un artículo del diario The Guardian, nos
relata la historia de una mujer iraquí que dio a luz a su hijo Hamza
en medio de un bombardeo sobre Baghdad, en plena guerra del Golfo,
con una letra absolutamente desgarradora que denuncia el lado oculto
de las guerras, el horror y la incertidumbre que sufrieron los niños
durante la cruenta contienda.
La
segunda mitad del trabajo comienza con “Trickle
down”, una extraña e
intrincada composición jazz, con unas brillantes líneas de bajo y
unos samplers de saxo extraído del tema “Old
Europe”.
“Lullapop”,
un tema de Alfreda Benge,
con un estilo que recuerda al jazz de New Orleans, hace referencia a
la forma de vida de Wyatt,
en el que se retrata a un hombre quejicoso de su edad que intenta
conciliar el sueño y donde Paul
Weller colabora con su
guitarra.
“Foreign
accents” es una curiosa e
insólita canción formado por nombres y expresiones, tanto japonesas
como árabes, con un texto explicativo que denuncia la barbarie que
supuso las bombas atómicas caídas sobre Hiroshima y Nagasaki, que
narra la historia de Mordechai Vanunu, un científico israelí que
confesó a un periódico británico los experimentos nucleares que
acaecieron secretamente en su país y el caso de Mohammad Mossadegh,
primer ministro de Irán, que en 1953 fue derrocado con ayuda de los
servicios secretos británicos y americanos con el propósito de
instaurar una dictadura que duró 25 años.
Cierra
el disco una versión instrumental de “La
Ahada Yalam”, una
composición árabe con reminiscencias étnicas, que vuelve a incidir
de nuevo en el tema de la guerra.No
hace falta resaltar que dicho trabajo recibió las alabanzas
generalizadas de la prensa especializada. Impertérrito a los
halagos, Wyatt ha seguido con su pausado ritmo de lanzamientos, como
si nada fuese con él. En el 2005, se editó un directo de la etapa
en la que presentaba el influyente “Rock
Bottom”
titulado “Theatre
Royal Drury Lane 8th September 1974”
y dos años más tarde publicó el que es su último disco con
material nuevo propio hasta la fecha, el estimable “Comicopera”
(2007).Siguiendo
con ese ritmo esporádico, en 2010 lanza, junto a los músicos Gilad
Atzmon
y Ros
Stephen,
un álbum de versiones de standards de jazz titulado “For
the ghost within’”.
En 2013 se publica un directo de la época de Soft
Machine (’68)
y este año ha participado en un extraño proyecto experimental junto
a un músico japonés bajo el sobrenombre ‘The
Future Eve Featuring Robert
Wyatt – KiTsuNe / Brian The Fox’.Robert
Wyatt es uno de esos escasos
e ilustres veteranos que seguirá generando expectación cada vez que
publique un nuevo trabajo, aunque cada vez se haga más de rogar, ya
que sigue conservando intacto todo su talento y rara es la vez que
nos defrauda.
Artículo escrito por LITTLE BASTARD
Espléndido artículo, Little Bastard. Comparto pasión por Wyatt y, por supuesto, por el disco que tan bien y tan a fondo describes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Gonzalo. Muy poca cosa comparado con los tuyos pero se agradece que te haya gustado. Un abrazo.
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